Nada…podría decir aún, menos que nada.
Se ha extinguido en el pecho la llama,
matando así tus sueños y añoranzas.
Al sentirte de pronto con las alas quebradas,
cual pájaro perdido en lontananza.
Nada queda de tus nobles ideas,
volaron por el viento cual cometa.
Y aquellas tus palabras de profeta
nadie quiere escuchar, nadie respeta.
Si no entonces ¿por qué hoy se permite
que nuestra patria sea sojuzgada?
Esta hermosa Quisqueya, por la cual moriste
y a la que creíste por siempre liberada.
Tú, que al intruso con valor echaste,
para que nadie jamás la pisoteara.
Si la vieras, oh Duarte… ¡Que desastre!
Lo que han hecho de tu nación amada.
Ya no es verdugo extraño el que hoy oprime,
ahora es algo más desconcertante.
Es el monstro fatal de la indolencia
lo que tiene este pueblo agonizante.
Unos aspiran al Poder llegar,
con el fin de lograr ampliar sus arcas,
y al conseguirlo, con toda impunidad
al humilde destrozan con potentes garras.
Otros intentan hallar suerte en nuevas playas,
entendiendo que aquí no hay esperanzas.
Se arriesgan en duras travesías,
donde la muerte les tiende una trampa.
¿Los hijos que parí…dónde han estado;
por qué ya hoy no se levantan hombres
que amen el bienestar de sus hermanos?
Los ideales de Duarte no hayan eco,
en las consciencias, ni en las mentes gastadas.
Despertemos del letargo siniestro
para poder decir: ¡Tenemos Patria!
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